La civilización egipcia surge en el 3.200 a.C, año en el que los historiadores sitúan el nacimiento del gran imperio que se prolongará en el tiempo hasta su declive en el año 395 de nuestra era, cuando tras una debilitación progresiva del país frente a la civilización romana, Egipto pasa a convertirse en una provincia del imperio de Oriente.
Los cambios climáticos de hace 60.000 años permitieron el asentamiento de dos pueblos uno proveniente del centro de África y otro de Asiaa ambos lados del valle del Nilo. Así, el territorio quedó dividido en Alto Egipto en el sur y Bajo Egipto en el norte; cada uno con su propio gobierno monárquico y su religión totémica, pero con estrechas relaciones entre sí. Según cuenta la mitología egipcia, la unificación de ambos territorios la llevó a cabo el rey Osirios, pasando a convertirse en un estado único, con un sistema piramidal en cuya cúspide estaba el Faraón, tras éste la clase alta compuesta principalmente por el ejército, los funcionarios al servicio del faraón, los sacerdotes y los escribas, y finalmente, en el último escalón de la pirámide la clase baja, gente humilde en su mayoría campesinos.
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