Era también cuestión privada, podía ser solicitado
por cualquiera de los cónyuges, por motivos tan amplios como el
adulterio, la esterilidad e incluso la fealdad de la esposa. Si
previamente se habían delimitado los bienes de los dos cónyuges en el
contrato privado realizado por un escriba, ella podía recuperar los
suyos, y si no poseía nada, siempre podía volver con sus padres.
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